En el horizonte se vislumbra ya el día 30 de marzo. Para el mismo, el Sindicato de Estudiantes ha convocado una jornada de movilización estudiantil en todo el Estado español en protesta contra los recortes que están siendo aplicados en los presupuestos de la educación pública (con la degradación de la calidad de la enseñanza y el deterioro de las condiciones de trabajo de profesores, funcionarios asociados, etc. que ello conlleva). Esta lucha presenta múltiples facetas. En primer lugar, hay que destacar que el gobierno ha reducido la Oferta Pública de Empleo en materia de enseñanza un 30%; es decir, de cada 10 profesores jubilados o retirados de la misma, 3 nuevos profesores reemplazarán su puesto de trabajo. Ello nos lleva directamente a la masificación de las aulas, realidad de la que ningún grado de enseñanza se libra: primaria, secundaria, bachillerato, Formación Profesional y universidad sufren los estragos del estiaje de profesorado y la falta de una ordenación académica que resulte en condiciones de trabajo mínimamente aceptables. El propio Sindicato de Estudiantes informa de que varias Comunidades Autónomas han suspendido las oposiciones para este año, incluyendo Murcia, Canarias o Cantabria.
Por grados de escolaridad, el ataque se ha centrado sobre todo en la enseñanza universitaria y en FP, luego de similares ataques a la enseñanza pública primaria y secundaria en años atrás. En la Universidad, a principios de este curso lectivo encontramos Bolonia ya aplicado a la totalidad del Estado, subidas de las tasas universitarias, cambios en los planes académicos que dinamitaban las antiguas posibilidades (exiguas, no obstante) de tratar de compaginar la vida laboral con la estudiantil; o simplemente de pagar la carrera. En cada Universidad los ataques se concretan a su manera, pero todos forman parte de un mismo plan luego de que el mercado laboral ya no pueda seguir absorbiendo mano de obra cualificada como hasta entonces. Respecto a la FP, lo más destacable es la reducción de plazas de acceso a la Formación Profesional y la imposición de la Selectividad con materia obligatoria de bachillerato a aquellos que desean dar el salto a la Universidad, que, por cierto, es un salto en el vacío dado que el incremento de la demanda de plazas universitarias ha supuesto la reducción de las plazas reservadas a los estudiantes de FP que deseen integrarse a la universidad.
Parecen razones más que suficientes para que la movilización estudiantil tome la calle. El Sindicato de Estudiantes ha convocado recientemente en Catalunya una jornada de protesta bajo los mismos auspicios que moverán la nueva convocatoria del 30 de marzo. 5.000 manifestantes en Barcelona dan testimonio del amplio grado de descontento que en el medio estudiantil existe. También el Sindicato de Estudiantes ha participado en las huelgas que varios centenares de estudiantes de Comunicación Audiovisual y Periodismo han llevado adelante en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Con este recorrido, era esperable que se buscara la generalización de la lucha emprendida contra los recortes en la enseñanza.
Veamos en qué contexto tendrá lugar esta jornada de movilizaciones en todo el Estado. En primer lugar, podría resultar ciertamente paradójico que, conforme la clase obrera gana la situación en la calle a escala internacional y los jóvenes se suman a las protestas para reivindicar soluciones a su (nuestro) no-futuro, en España los estudiantes sigamos pasivos y conformes mientras nuestros hermanos de clase en todo el mundo erigen la lucha contra las condiciones de vida miserables a las que nos aherroja el sistema capitalista. Paradojal, sí, pero no contradictorio ni ilógico. En el medio estudiantil vivimos actualmente una situación de reflujo relativo de la combatividad luego del descalabro de las luchas contra Bolonia, que adoleció, entre otras cosas, una visión corporativista en el seno del medio estudiantil por la que el contacto y la búsqueda de confraternización con la clase trabajadora brillaron por su ausencia. Las lecciones aprendidas de Bolonia pueden ser una importante base para dar un nuevo impulso a las luchas que se sucederán, sin duda alguna, a nivel general tras la convocatoria del Sindicato de Estudiantes. De igual manera, en el Estado español los trabajadores no han ganado el centro de la situación. No se trata de una especificidad hispánica por la que «todos se moverían menos los españoles», achacándolo como se suele hacer a nuestra «cultura» (o incultura), a nuestra vaguedad, a nuestro conformismo, etc. Simplemente, el eco de los combates de clase está llegando a nuestros oídos de manera más filtrada y suave, pero venimos viviendo conflictos obreros de calado que irremediablemente muestran que estamos lejos de la visión «particularista» que a la clase trabajadora española se le quiere atribuir (véase: Metro de Madrid, mineros asturianos, conflicto en UPS Vallecas, funcionarios en Murcia, jornaleros agrarios en Andalucía occidental, toma del Banco de Crédito y autoorganización de los piquetes para el 29-S en Barcelona, etc.). Los estudiantes, por tanto, no sentimos como propias unas luchas que parecen no estar, pero están ahí. De tal suerte, debemos comenzar por apropiarnos del sentido de las luchas de nuestros hermanos obreros como unas luchas que son nuestras igualmente. De no hacerlo, el combate que podamos erigir contra los recortes estudiantiles terminará varado tarde o temprano.
En el marco de un reflujo relativo de la lucha estudiantil, en muchas zonas y universidades la jornada de protesta no alcanzará el eco y la dimensión que debería. La información sobre los recortes y sus consecuencias brilla por su ausencia, especialmente en el medio universitario donde el SE tiene muchísima menos presencia. Ello puede conducir a una visión corporativista de la protesta por la que muchos la dejen pasar por no «ir con ellos», lógico por otro lado a tenor del comportamiento sectario y corporativo que el SE tuvo durante Bolonia y otras luchas menores que se sucedieron al calor de la misma o después (ejemplo: Art. 27 en Sevilla). Para remediar este mal, se están lanzando asertos a los sindicatos de docentes y personal educativo adjunto para que participen en la movilización: la lucha pasa por un suma y sigue de siglas, esperable por otro lado al estar en presencia de la convocatoria de un sindicato. Así no se erige la unidad de acción que los revolucionarios debemos plantear como fruto de la autoorganización en asambleas autónomas y abiertas en las que tomar decisiones colectivamente sobre la continuidad del combate y desarrollar espacios de debate teórico-político que cimenten nuestros pasos.
Pero ello no nos puede desalentar ni hacernos abandonar y dejar a expensas del SE a los estudiantes. Desde el CREE, consideramos crucial la concurrencia en las diferentes experiencias que se produzcan (reducidas, debido a nuestra escasez de fuerzas, al ámbito universitario); aprovechando especialmente las asambleas que puedan crearse para tratar de plantear la continuidad en la lucha con miras más amplias y radicales, tratando de espolear a los estudiantes para organizar en espacios abiertos un polo de lucha autoorganizado que pueda levantar un combate que trascienda lo que el SE nos tenga preparado a los estudiantes cuando considere oportuno que la movilización debe terminar (en Barcelona, tras la manifestación por las calles de la ciudad condal, el SE llamó a una asamblea para seguir organizando las movilizaciones en su propia sede para cerciorar que ellos dirigen el movimiento y que ellos tienen el mando de la situación).
El espectro del fracaso de Bolonia debe ser fulminado, y ello no se conseguirá salvo en la propia lucha: aprendiendo de nuestros errores (muchos), potenciando nuestros aciertos. Hoy, menos que nunca, no podemos abandonar a nuestros compañeros obreros en su lucha contra el sistema capitalista que ya no puede garantizarnos ni una educación miserable, ni un trabajo en precariedad ni un ocio brutal y cosificante. Espoleados por las perspectivas de nuestro no-futuro, tal y como ha sucedido en Francia, Gran Bretaña, Francia, Túnez o Egipto, los estudiantes debemos volver a la senda de la movilización autoorganizada y la solidaridad proletaria como único recurso posible para levantar una lucha fuerte y prolongada.